El vino fue un producto importante,
conocido desde la Antigüedad. La práctica vinícola en la provincia de Granada
se ha documentado arqueológicamente en tumbas de la Edad del Bronce,
difundiéndose el cultivo de la vid y por tanto de la elaboración del vino en
época romana. Esta práctica, tan propia de nuestra civilización, será una de
las escasas tradiciones respetadas y continuadas en la Edad Media, tras la
dominación árabe, a pesar de la prohibición religiosa, nunca dejó de
elaborarse. Tras la Reconquista, se fue potenciando desde el siglo XVI. El
Cardenal Cisneros encargó a Gabriel Alonso de Herrera la edición de una obra
que reuniese el conocimiento agrario de la época y éste describía el cultivo de
la uva y el proceso de elaboración del vino, en los albores del Quinientos, impresa
por la Real Sociedad Económica Matritense, con el título de Agricultura
general, lo que potenció el cultivo y la distribución del vino.
La existencia de los viñedos en Alhama
corre paralela a los de la provincia, sin temor a equivocarnos, podemos decir
que las viñas en Alhama traspasan el período medieval, con una producción de
autoabastecimiento y venta de excedentes esporádicos, ya que obviamente tampoco
fueron los árabes los introductores de la vid. El espacio dedicado a este
cultivo se ubicó siempre en una de las zonas más frías de la provincia, a más
de 900 ms sobre el nivel del mar, al abrigo de la sierra de Alhama, aguas
arriba de la población, pasada la Hoz del río, el Palo de la Hoz.
Precisamente, la altura es determinante en la maduración de la uva, que se
produce hacia agosto y septiembre. La acentuada oscilación térmica entre
el día y la noche, favorece la maduración lenta, que repercute en la obtención
de un vino de gran calidad. Su ubicación en suelos pizarrosos, su altitud y la
débil influencia de aires mediterráneos crean un microclima apto para el
cultivo, que genera el vino propio de la región de alta calidad, desde la
Antigüedad, razones del emplazamiento de los viñedos desde bien lejanos
tiempos. Un espacio coincidente con el actual desde el Renacimiento y, por
tanto, el mismo que ocuparan las vides con anterioridad a la Edad Media,
continuadoras de la práctica romana. Fue en el repartimiento del término por
los Reyes Católicos cuando encontramos con frecuencia adjudicaciones de unas
aranzadas de viñas en cada uno de los lotes. En los bienes repartidos al Conde
de Tendilla, se indicaba el emplazamiento: 20 aranzadas de viñas, pasada la Hoz a mano
derecha, comenzando desde la Hoz; un colmenar con su toril, sitio y huerta, en
la Hoz, camino de sierra Tejeda, como se vio al
hablar del repartimiento. Y en 1579, el personero Juan de León pedía que se
confeccionaran nuevas ordenanzas, conforme al fuero de los Reyes Católicos,
las relativas a la conservación de los montes, ríos, casas, viñas, huertos...,
porque las existentes eran muy antiguas. Todo ello, confirma su existencia
desde la Edad Media.
Su
fabricación corría a cargo de los vecinos cultivadores de vid, que lo obtenían
en sus lagares, para consumo familiar, vendiendo los excedentes. El precio, por
momentos, se elevó notablemente, obligando al Concejo a su intervención, como
sucedía, especialmente, en los años 1579 y 1580, siendo su regulación
inmediata, apercibiéndose a los vecinos de que de no venderlo conforme a las
ordenanzas, se importaría de fuera. En períodos de deficiente
cosecha, se permitía la entrada temporal de vino foráneo, por escasez o mala
calidad del propio, y se autorizaba su venta en determinadas tabernas, para el mejor
control de la ciudad (en 1579, en dos tabernas de las
siete existentes). También, quedó prohibida la adquisición del de fuera, para
venderlo en casas particulares o en las propias tabernas durante el tiempo
determinado por la ciudad, como en diciembre de ese año cuando, mejorada la
calidad del propio, se vedaba la entrada del foráneo, medida absolutamente transitoria,
ya que, días más tarde, se vuelve a aceptar la importación de forma temporal,
hasta final de febrero; al año siguiente, nuevamente,
se autorizó la venta del forastero, por arrobas, distribuido en la plaza
pública; y como la cosecha de 1580
fue abundante, se volvió a impedir la venta del de fuera,
hasta 1581, en que otra vez se permitió.
La
picaresca hizo que, en los mesones más alejados, se subiera el precio, según
denunciaba el regidor Hernando de Cuenca Carrillo, que acusaba al mesonero
Melchor Martín, de venderlo a 24 maravedís.
La denuncia interpuesta quedó en manos de los diputados del mes, para la aplicación
de las penas de las ordenanzas.
A
lo largo de los siglos XVII-XVIII, se gravó el consumo del vino sistemáticamente
con arbitrios, que sería prolijo enumerar, y se intervino su precio;
se pagaron los novenos del
vino; las sisas, etc. 1644 fue un año de mala cosecha
vinícola, por lo que los vecinos pidieron la entrada del foráneo, por la
mucha necesidad que hay, se escribía, y se abonaba un real por cada arroba
que se introducía. También, se seguían
exportando los excedentes a otras ciudades de Andalucía, por lo que, en 1651, ante la enfermedad de contagio
registrada en Moguer y en Lepe, se alertaba sobre llevar a allí sus vinos,
ropas u otras mercancías.
En el siglo XVIII, siguió absolutamente
intervenido su precio por el Concejo, cargándose con arbitrios, como vemos en 1734,
para amortizar el vestuario de las milicias. A veces, fueron los vecinos los que pedían
alterar el precio, como en 1746, cuando los que lo vendían al por menor solicitaban
licencia para hacerlo a tres cuartos el cuartillo, porque había subido. O en 1780, cuando una Real Orden gravó su precio, para una
contribución extraordinaria del tercio de los derechos de rentas
provinciales y servicio de millones, para los gastos de la guerra
con Inglaterra, ponderando el método más equitativo y menos gravoso para los
pobres, con el recargo de las especies de primera necesidad con el pan, carne,
vinagre, vino, aceite y aguardiente. En 1788, se acordó
pedir licencia al Consejo por el arbitrio de 4 maravedís en cuartillo de vino,
para matar lobos y otros animales dañinos. Hacia el final del siglo, en 1798, se
remataba el abasto del vino y vinagre anualmente.
Véase "Historial general de Alhama y los cinco lugares de su jurisdicción...". Vol. I, pp. 481 ss.