sábado, 2 de junio de 2018

El hermafrodita (andrógino o intersexual) Elena de Céspedes. Salvador Raya Retamero


        
      Llama poderosamente la atención la problemática que suscitó Elena de Céspedes, como el desarrollo de su vida social, su paso por el Tribunal Civil y del Santo Oficio y la sentencia emitida por el último. De tal manera que nos encontramos, traspasado el mediodía del siglo XVI, con un hermafrodita, que vive y desarrolla una vida social plena en todos los aspectos y lo que es más llamativo, conocida públicamente, que cuando fue denunciado lo fue primero por una promesa de matrimonio no cumplida a mujer y por la denuncia del alcalde mayor de Ocaña (ésta última decisiva en el proceso que se le instruyó por los tribunales civiles, que lo trasvasarán a la Inquisición); se resuelve todo con una sentencia de las que la sociedad actual no espera del Santo Oficio: diez años practicando sus artes al servicio de la sociedad, en un hospital; no quemado en la hoguera ni apartado de la sociedad como elemento pernicioso sino, por el contrario, en medio de ella, prestándole sus servicios sanitarios directamente. Algunos autores hablan de mofa y burla a las instituciones y la moral de la época por parte de Elena de Céspedes, cosa que pensamos no sería el caso y está fuera de todo lugar, fruto de los prejuicios actuales sobre la Historia de España; la sociedad del momento no lo permitía y pocos estuvieron dispuestos a jugar con los tribunales civiles ni con la Inquisición. La propia declaración de Elena es tan elocuente y veraz como conmovedora. Tampoco estamos de acuerdo con el tinte tenebrista que, aprovechando el episodio, se pretende dar a la sociedad del momento, que también fue la del Renacimiento, cuando se manifiesta que la delación era lo habitual y máxime cuando nos encontramos con el caso Céspedes, que desarrolló como quiso su identidad sexual, con público conocimiento de todos, a pesar de las limitaciones morales imperantes que, ante una evidencia tal, quedaron inactivas[1]; y sólo fue a los cuarenta años cuando, efectivamente, por delación oficial, se le instruyó proceso a una condición sexual conocida por toda la sociedad, sin que se tenga constancia de persecución alguna. Así, cuando recibió el aprobado del gremio de sastres, vistiendo como hombre, se le expidió el diploma como sastra, lo que indica el conocimiento público de su condición: Voluió ésta a Arcos, con la dicha compañía, y por deshacerse allí de la compañía, començó ésta a hacer ofiçio de sastre públicamente en ávito de hombre y se examinó de sastre en Jerez de la Frontera, aunque el título pusieron sastra, por conozer que ésta era muger. Al contrario, Elena afrontó su realidad sexual con la más avanzada naturalidad y la sociedad durante gran parte de su vida lo vio así. Disentimos igualmente, cuando se la dibuja al margen de esta sociedad, por el hecho de ser esclavo, pues ella misma declara que no lo fue. La esclava fue su madre. Además, una esclavitud sui generis: casada con un hombre libre, habitando en su hogar con su hija, a la que enseñaba su oficio.
      Estas circunstancias, evidentemente, no han sido tenidas en cuenta por los tratadistas del tema. No se puede enjuiciar la Historia desde ópticas actuales. Ni confundir transexualidad con hermafroditismo, cuando Elena de Céspedes no adoptó en ningún momento procesos hormonales ni quirúrgicos, para obtener caracteres sexuales del sexo opuesto, pues ella misma confiesa su carácter hermafrodita y su vida lo demostró.
      ¿Cómo se va a culpabilizar al pensamiento del siglo XVI de no adecuarse a los parámetros modernos, si en el siglo XX, el propio Gregorio Marañón en Los estados intersexuales en la especie humana, publicado en 1929, se presenta influido por el pensamiento europeo de su momento, que afianzaba en Medicina las ideas de dos sexos: hombre y mujer; dos géneros: masculino para el hombre y femenino para la mujer; y una sexualidad: la heterosexual; y consideraba enfermos a quienes se apartaban, del paradigma? Y no por eso se le condena.
      Es amplia la bibliografía publicada sobre Elena de Céspedes. El primero que la recoge, escasos años después del acontecimiento, en 1602, fue el médico familiar del Santo Oficio Jerónimo de la Huerta, en su traducción de los libros de Cayo Plinio Segundo, en la que citaba en el índice a Elena de Céspedes, como el engaño de una esclava que se hazía hombre. Desde la fecha, el caso Céspedes pasó inadvertido a los estudiosos hasta el último tercio del siglo XX y nada se supo del mismo hasta que en 1973 Folch Jou y Muñoz Calvo, publicaron el artículo titulado “Un pretendido caso de hermafroditismo en el siglo XVI”[2]. En 1984, Marie-Catherine Barbazza, publicaba otro artículo: "Un caso de subversión social: el proceso de Elena de Céspedes (1587-1589)", en el que ya comienza la confusión de la nomenclatura actual para analizar y definir este caso hermafrodita del siglo XVI, denominándolo travestismo, defendiendo la tesis del travestismo como medio para conseguir movilidad geográfica y laboral para superar las limitaciones de la moral cívico religiosa imperante en la época -nada más ajeno a la realidad-, inventando la condición hermafrodita para resistir la presión de la Inquisición, pues para la autora, esta condición sólo es mito y superchería, mezclando la Biología con otras materias con las que nada tiene que ver. En 1985, Michèle Escamilla publica su artículo “étranges amours d'une hermaphrodite”, en el que reconoce a Elena de Céspedes como la primera cirujana titulada conocida en el mundo y mantiene la tesis de un hermafroditismo psíquico o un pseudo-hermafroditismo femenino[3], planteamiento cuestionado por Alice Domurat Dreger. En 1996 y 1999, Israel Burshatin escribe “Elena alias Eleno”, tomando la nomenclatura de la misma documentación del proceso de la Inquisición en el libro Queer Iberia: Sexualities, Cultures and Crossings from the Middle Ages to the Renaissance, tal vez, la mejor semblanza escrita hasta hoy sobre Elena de Céspedes, que refleja la realidad social del momento, según se ha dicho. En 2003, Sherry Velasco ve en Elena de Céspedes un caso de lesbianismo y entiende que es sentenciada no por su realidad fisiológica, sino por no haber mantenido la virginidad en su caso, en comparación con el de Catalina de Erauso, la monja alférez, autorizada por el Papa a vestir ropa de hombre por haber demostrado su virginidad. Esta versión queda invalidada por la declaración de la misma Elena, que admite tener los dos sexos. En el año 2007, Emilio Maganto Pavón, escribe la biografía de Elena de Céspedes, El proceso inquisitorial contra Elena/o de Céspedes (1587-1888). Biografía de una cirujana transexual del siglo XVI, el cual sigue aplicando terminología actual para estudiar este caso como transexual, cuando Elena de Céspedes -como hemos dicho- no adoptó en ningún momento procesos hormonales ni quirúrgicos, para obtener caracteres sexuales del sexo opuesto.
      Otros autores con visión más o menos novelada se refirieron a Elena de Céspedes, haciéndola contemporaneizar también con la evolución de la sexualidad humana en la actualidad, como Narciso de Gabriel, que en 2010, en su libro Elisa y Marcela. Más allá de los hombres, hace un análisis crítico sobre hermafroditismo, lesbianismo, travestismo y feminismo, dedicando páginas a Elena de Céspedes al tratar el travestismo. Agustín Sánchez Vidal publica Esclava de Nadie; y finalmente un tratado perteneciente a varios autores es La Máscara Infame[4].
      Solo se conoce la vida de Elena de Céspedes por el proceso inquisitorial conservado en el AHN. Es un ejemplo de la encrucijada humana, cívico-religiosa, ética y moral del momento. Nada indica que ésta no fue hija de su padre Pedro Hernández, labrador-molinero, y de Francisca de Medina, esclava negra perteneciente a Elena de Céspedes, mujer de Benito de Medina. Elena de Céspedes fue hija de esclava, pero liberada de la esclavitud desde el principio por sus amos, no sufrió la esclavitud; mulata, debió de nacer, según su propia declaración, entre los años 1545 o 1546, pues en 1587 confesaba tener alrededor de cuarenta años, y cuya relación con Alhama fue la de su naturaleza y haber vivido allí algunos años en su infancia y un breve período de tiempo ejerciendo como sastre. De ella, conocemos datos importantes de su biografía, contenidos en el proceso que se le instruyó por la inquisición, después del correspondiente proceso civil. Fue identificada al nacer como mujer; como mujer llegó al matrimonio; como mujer parió un hijo; como mujer fue considerada, tras las pruebas a que fue sometida por el Santo Oficio, por haber mudado sus hábitos de vida hacia los treinta años, cuando desarrolló vida y costumbres de varón, contrayendo matrimonio con una mujer y manteniendo relacionas sexuales con otras[5].
      Al comienzo del proceso que le instruyó la Inquisición de Toledo, en 1587, se recoge: Céspedes-Elena, alias Eleno de, natural de Alama, esclava y después libre, casó con un hombre y tuvo un hijo; desaparecido y muerto su marido se vistió de hombre y estuvo en la guerra de los moriscos de Granada; se examinó de cirujano y se casó con una mujer. Fue presa en Ocaña y llevada a la Inquisición, donde se le acusa y condena por desprecio al matrimonio y tener pacto con el Demonio.
      Elena nació en Alhama, la primera ciudad conquistada del reino nazarí, en 1482, diez años antes de Reconquista de Granada, como vemos en este estudio, ciudad conformada socialmente según el modelo castellano, donde el origen de la esclavitud era variado. Elena de Céspedes fue hija de una esclava negra -Francisca de Medina- perteneciente a don Benito de Medina y Elena de Céspedes de los que tomaron madre e hija sus nombres respectivos[6]; la esclava estuvo casada con un labrador-molinero llamado Pedro Hernández, según su propia declaración, al detallar su genealogía, matrimonio que por ser poco frecuente, resulta insólito en la época, pues si fueron escasos los matrimonios de libres con esclavas, más difícil fue de esclava de color con libre.
      Siendo niña pasó a trabajar a la vecina ciudad de Vélez-Málaga con la hija de sus dueños, donde permaneció durante unos dos años, tras los cuales regresó a Alhama, momento en el que fallecen sus amos. Casó a los 16 años con Cristóbal Lombardo, albañil jiennense. Este matrimonio apenas llegó a durar tres meses, por las diferencias de carácter de ambos, pero quedó embarazada y alumbró un hijo, que abandonó en Sevilla al morir su madre. A los 20 años la encontramos en Granada de aprendiz de calcetero, tejedor y sastre. De Granada Pasó a Sanlúcar de Barrameda por motivos de trabajo, pues allí -según su testimonio- hallaba bien en que ganar de comer. Fue en esta ciudad donde afloró su conciencia hermafrodita que confesó en el tribunal civil: al tiempo de su nacimiento, salió çerrado de natura e sexo, de manera que no se le hechaba deber, el sexo que tenía más que un pequeño agujero por donde orinaba. Y además explicó al Tribunal el proceso sufrido:
      ...Quando ésta parió, como tiene dicho, con la fuerça del parto, se le rompió el pellejoque tenía sobre el caño de la orina y le salió una cabeza como medio dedo pulgar, que ansí lo señaló, que pareçía en su hechura cabeça de miembro de hombre, el qual, quando ésta tenía deseo y alteraçión natural, le salía como dicho tiene; y cuando no, estaua con alteraçión, se enmustecía y recogía a la parte y seno donde estaua antes que se le rompiese el dicho pellejo. Y quando ésta estubo en SanLúcar de Barrameda, como tiene dicho, haçiendo una obra de ofiçio de sastre,como entonzes husaba,en casa de un mercader de lienzos, que se llama Hernando de Toledo, quedando a solas con su muger, que se llamaua Ana de Albánchez, que era moça hermosa, a ésta le vino gana de vesarla. Y sin deçille cosa alguna la vezó. Y espantándose de esto ella, ésta le dixo medio disfraçada por la vergüenza que ésta tenía de decilla que tenía dos sejos. Y la dicha Ana de Albánchez lleuó a ésta a la cama. Y aunque estaua alterada y tenía aquella caveza salida como tiene dicho y se hechó ençima de ella, no la pudo haçer nada más que aquella demostraçión (...). Ésta se fue a un liçenciado Tapia, Zirujano de aquella çiudad, el qual vio a ésta en secreto y la dixo que hera hermafrodito; y con una tieneta que metió, dio a ésta una nabajada más arria del pellejo que auía empeçado a romperse. Y dada la nabajada, salió un miembro de hombre (...). Esta quedó en abtitud de poder tener quenta con muger y boluió a la dicha Ana de Albácnchez y con ella tubo muchas veçes quenta y actos como hombre.
      De Sanlúcar de Barrameda, tras enamorarse el corregidor de su amada pasó a Jerez, siguiendo la práctica de su oficio de sastre. En Jerez, tras distintas riñas, tal vez provocadas por su condición, optó por vestir como hombre, llamándose simplemente Céspedes, dejando su oficio, trabajó como jornalero en la agricultura y como pastor. Sufrió distintas detenciones como sospechosa de monfí (morisco). Tras salir de la cárcel, volvió a vestir de mujer, por orden del corregidor, lo que indica el conocimiento público de su naturaleza sexual. Después vuelve a vestir de hombre y se alistó en las armas reales para combatir a los moriscos sublevados en las Alpujarras y a los moriscos de la Sierra de Ronda, en sustitución de un hidalgo que le abonó su plaza. Tras la guerra, volvió a su oficio de sastre y accedió al título, otorgado por el gremio correspondiente.
      En 1576, pasó a vivir en Madrid y a llamarse Eleno de Céspedes. En la capital del reino trabó amistad con un cirujano valenciano, que lo aceptó en su casa como aprendiz, abandonando así su oficio anterior y dedicándose desde ahora de lleno al nuevo de cirujano, por el mayor beneficio económico que reportaba. Desde 1579, comenzó a ejercer privadamente. Su fama de cirujano fue creciendo y trabajó en el Hospital de la Corte, siendo llamado al Escorial para curar a Vicente Obregón, uno de los maestros de cantería y albañilería de las obras, y allí permaneció dos años. Tras ser acusado de intrusismo por no disponer del título, se presentó a examen y obtuvo la titulación de cirujano y la licencia. Instalado en Madrid, inició relaciones amorosas con una viuda llamada Isabel Ortiz, madre de dos hijos, que tras abandonarla lo denunció, alegando haberle dado promesa incumplida de matrimonio. Desde 1581, trabajó en Cuenca, en La Guardia, en Pinto, Valdemoro, Yepes, Ocaña, Aranjuez y Ciempozuelos. En esta última ciudad caía enfermo en 1586, cuando entablaba relaciones con la hija de la familia que lo hospedaba y tras preparar los esponsales y las amonestaciones ante el vicario de Madrid comenzaron sus problemas, pues algo debió de notar el clérigo para inquirir en él hasta obtener respuesta:...Pero el Vicario (…) la dixo que si era capón y esta respondió que no, que la mirasen y bería como no lo era. A ello le sucedieron distintas revisiones médicas, como la del doctor Francisco Díaz, médico y cirujano de Felipe II que testificaba:
      Que ha visto sus miembros genitales y los márgenes vecinos y a la vista de estos y tocados con las manos, declaraba (…) que él tiene su miembro genital el cual es bastante perfecto con sus testículos formados como cualquier hombre y que en la parte inferior junto al ano tiene una manera de arrugación que a su parecer a la que tocó y vido no tiene semejanza de cosa que pueda presumirse de natura, porque procurándole tocar no pudo ni fue posible allarle perforación alguna de que se pudiese presumir tal cosa y ansí declaró que este es su parecer y la verdad y bajo su juramento, lo firmó con su nombre. Y con la licencia se vino a Cientpozuelos y se desposó con la dicha María del Caño y de allí se vinieron a Yepes donde se casaron y velaron yn facie eclesial (…) y vivió allí en Yepes más de un año haciendo vida maridable con la dicha María del Caño.
      La persecución definitiva la iniciaba el alcalde mayor de Ocaña, Ortega Castro, donde se estableció con su esposa por no haber cirujanos. Fue el alcalde mayor quien dio aviso al corregidor informándole que conocía a Elena, desde que fue auditor del Campo, en la Guerra de Granada: que avía conocido a ésta y que decían que era mujer y otros que decían hera macho y hembra. Con esta acusación, viniendo del alcalde mayor, el corregidor la mandó prender, acusándola de vestir de hombre, sin serlo, casado con mujer. Fue encarcelado y confiscados sus bienes para el procedimiento, habitual en los procesos judiciales.
      Se vio sometido a nueva exploración, en la que abundaron las contradicciones, incluso en uno de los médicos que ahora se certificaba que tenía órganos masculinos, afirmando que no puede entender la causa más de que se entiende que sea alguna ylusión del diablo y que la dicha Elena de Céspedes debe ser hechicera. El tribunal trata de demostrar que Eleno era autor del pecado nefando, por lo que le preguntó que con qué miembro y de qué metal o materia era con lo que conocía a la dicha María del Caño y le hacía entender ser el natural de ombre. Eleno respondió que su miembro era de varón pero que lo había perdido por padecer enfermedad y que por ser cirujano se había curado a sí mismo.
      El proceso pasó de la justicia ordinaria a la Inquisición a petición de un capellán de Ocaña. Se sucedieron nuevos reconocimientos. Una de las pruebas testificales recogida por Maganto Pavón a la comadrona que lo examinó:
      Promovióse juramento a Inés López de la Peña comadre y vecina de la villa, la qual después de haber jurado (...) testificó (...) que la dicha Elena de Céspedes acusada en este proceso, la cual testigo ha visto y mirado juntamente con Mari Gómez e Isabel Martínez, que la dicha es mujer e tiene natura de mujer y se le metió por ella una vela dentro e por cantidad por dicha natura (...) la cual entró premiosa y poco, y con esto esta testigo no entiende que háyanle echado varón a ella. También le vio las tetas y es tan gorda que tiene los pechos grandes conforme al cuerpo, y pezones, los cuales tiene sino de mujer, y tiene el pecho desbaratado en alguna manera[7]. El mismo autor recoge la declaración tomada en Toledo el 13 de agosto de 1587 a los médicos del Santo Oficio de la Fuente y Villalobos y al cirujano Juan Gómez[8]. La declaración de Elena de Céspedes en su propia defensa no deja de ser explícita, sincera y hasta emotiva:
      Porque yo con pacto expreso e tácito de demonio, nunca me fingí hombre para casarme con muger como se me pretende imputar, e lo que pasa es que como en este mundo muchas veces se han visto personas que son andróginos, que por otro nombre se llaman hermafroditos que tienen entrambos sexos, yo también e sido uno de estos y al tiempo que me pretendí casar ni calecía e prevalecía más en el sexo masculino e naturalmente era hombre e tenía todo lo necesario de hombre para poderme casar (…) porque yo naturalmente e sido hombre y mujer y aunque esto sea cosa prodigiosa y rara, que pocas veces se ve, pero no son contra naturaleza os hermafroditos como yo lo he sido.
      Fue condenada en auto público de fe, celebrado en la plaza de Zocodover de Toledo el domingo 18 de diciembre de 1588, adonde salió en forma de penitente con coroza e insignias, que manifestaban su delito; abjuró de leví (comparecencia del inculpado en auto de fe sólo por indicios leves -el menor grado de culpabilidad- en el que se le advertía, reprendía, multaba, desterraba y se azotaba públicamente); le dieron cien azotes por las calles públicas de Toledo y otros cien por las de Ciempozuelos, y fue condenada a diez años de reclusión en un hospital, para que sirviese sin sueldo en las enfermerías. Nada más nos llegó de esta alhameña intersexual.


[1]Como fue habitual en otros casos. En Alhama comprobamos en su momento cómo una mujer acusada de estar amancebada, respondía al Tribunal inquisidor que se la daba igual, que muchas reinas y santas había que habían hecho los mismo.
[2]Boletín Social de Historia de Farmacia, 1973.
[3]En Hermaphrodites and the Medical Invention of Sex, en 1998.
[4]Actas de la Inquisición a Eleno de Céspedes.
[5] Cfr. AHN, Sección Inquisición, leg. 234, exp. 24.
[6]Cfr. Genealogía, Heráldica, Historia y Sociedad. Alhama…, linaje Medina.
 [7] Cfr. Emilio Maganto Pavón, "La intervención… "
 [8] Tras tomarlos juramento en forma de derecho (...) les fueron leydas las confesiones hechas por Elena de Céspedes en este Santo Oficio, después que está presa en él, acerca de decir que a tenido seso de hombre siendo mujer y tiniéndole de tal (...) y avyéndolas leydo e informado acerca desta les mandaron viesen y mirasen a la dicha Elena de Céspedes sus partes vergonzosas y que declaren si es verdad que a tenido y sucede aver tenido seso de hombre como dice los tubo. Con lo que los dichos médicos y cirujano entraron al patio de las cárceles donde fue traída la dicha Elena de Céspedes a la qual vieron y miraron según les fue mandado y volvieron a la audiencia ante los dichos Señores Inquisidores y dijeron como ellos avían visto a la dicha Elena sus partes vergonzosas, la qual es mujer y que nunca fue hermafrodita ni tiene señales de ello, porque ser mujer debe ser claro y demás deso dice que parió y aunque hizo medicina para cegar y apretar que no pareciese natura de mujer, vino al cabo a aparecer y romper sangre del mestruo que era detenido de antes, que es el flujo de sangre que confiesa a ella le vino y que en quanto a lo de los testículos dicen que no ay señal de averlos avido exteriormente, porque si los uviera avido quedara cicatriz aviéndoseles cortado o cauterizado, o el pellejo donde aparecieran averle salido y que ninguna cosa desto ay en la dicha Elena de Céspedes, y que si en algún tiempo los hubiera tenido se viera por las señales que tiene, y que aunque es verdad que los hermafroditas tienen testículos, son ynteriores, de manera que no se pueden ver ni sentir por de fuera, y en quanto a esto dicen que es embuste decir que los tubo fuera. Y en lo que dice la dicha Elena de aber tenido berga de hombre con que dice tratava con otras mujeres, dijeron que aunque es verdad que pudo crecerle lo que llaman nimphe o pudendum que les nace a algunas mujeres en la matriz, pero que esta no lo tiene ni señal de averla tenido y aunque la tuviera no pudiera salir fuera ni tener fuerza para hacer lo que la dicha Elena de Céspedes dice acía, por donde parece claramente ser embuste. Y en quanto dice que para hacerle salir el miembro de hombre que dice tubo la rompieron un pellejo, que es falso, porque aunque tuviera dicha nimphe que es a manera de berga de hombre que se afloja e inyesta con la pasión natural que les viene a las mujeres que la tienen, hera imposible salir por donde dice la dicha Elena de Céspedes, y no tiene señal de aver avido herida para hacerla que saliese ni cicatriz dello, por donde también se ve ser embuste y que si oviera de aver cicatriz donde dice benía el dicho miembro de hombre avía de ser sobre el empeyne, que es la posición donde nace el miembro viril a las mujeres hermafroditas, como todos los médicos y cirujanos dicen. Y ansí les parece que en quanto a esto que es embuste, porque ni le nació ni tiene cicatrices como las tuviera si le naciera y hubiera cortado como ella dice. Y que en quanto a la polución que dice tener, que esto pudiera ser una humedad que suele salir de la madre naturalmente como a todas las demás mujeres en el tiempo que tienen aceso y delectación con varón y que ansí, si este caía en el baso de las otras mujeres con quien trataba pudiera engañarlas. Y ansí por esto y por aver visto a la dicha Elena de Céspedes como la han visto este día ante mí el presidente y secretario y mirándola muy particularmente la natura y las demás partes circunvecinas de mujer, dicen que la dicha Elena de Céspedes nació y es mujer y que como tal tiene todas las señales de mujer y que nunca ha sido hermafrodito ni en buena medicina puede ser que lo aya sido, ni tenido miembro de hombre y así les parece que todos los actos que como hombre dice que hizo, fue con algunos artificios como otras burladoras han hecho con baldreses y otras cosas como se han visto y que es embuste y no cosa natural, que el artificio con que hizo el dicho embuste y engañó a las mujeres y estas no lo sabían, que ella lo dirá, y que esto es lo que como médicos pueden juzgar debajo del juramento que tienen hecho y lo firmaron de su nombre.