En enero de
1947, se le sumaban 13 hombres de Agrón. La situación no sólo era precaria por lo
reducido de sus miembros y su deficiente formación intelectual -la generalidad,
analfabetos- sino por la total ausencia de infraestructura, apoyos y otros
medios. En enero de 1947, tras las bajas ocurridas, Roberto contaba con 26 miembros; ese año
el número fue creciendo con
hombres procedentes de las provincias de Málaga y Granada, alcanzándose hacia
el final los 180 miembros, el grupo que se dio en llamar 9ª Brigada, en tanto se disolvía la partida de Málaga. A pesar de
los importantes logros alcanzados por Ricardo Beneyto y Enrique Arroyo Lozano,
los miembros presionaban con insistencia reprochando el hambre que pasaban las
familias respectivas e insistiendo para que se incrementasen los robos, atracos
y secuestros. Esto demuestra que el tan interesado
trasfondo político no deja de ser una quimera. Según se ha dicho, el
grupo disponía del reducido armamento del Río
de la Miel, compuesto por algunas ametralladoras, granadas de piña y prismáticos,
por lo que la guardia civil no consideraba efectivos suficientes para actos de
importancia; pero sí permitió que desde el principio, se comenzara a absorber a
otros grupos dispersos, que actuaban autónomamente, como la partida de los Frailes y de Tejero, que se extendían desde Almuñécar y Cázulas hasta la comarca
de Alhama. Pasaría esta partida a engrosar la de Roberto, junto con otra de la zona, la del Nene, en la parte norte de sierra Tejeda. Se le sumarán ese año de
1947 los huidos de las poblaciones de Agrón, Escúzar, las Gavias,
Vélez-Benaudalla y Motril.
Informados por los conocedores de la tierra, Clemente y Felipe,
establecían su sede en la cumbre de Cerro
Lucero en varios campamentos.
Como se ve, se
quiso emular en todo a un auténtico ejército nacional organizado, pero
careciendo de la formación más elemental exigible. Se utilizaron distintos campamentos;
el principal, en la sierra de Nerja, en El
Almendrón; otros secundarios, El Pinar de sierra Tejeda y en Cerro
Lucero, en la Almijara. En ellos,
se custodiaba la documentación generada, que se ocultaba en puntos dispares: en
la Sierra de Loja, en el Torcal de Elvira y cerro de Formoso, entre el roquedo kárstico, introducida en latas
de conservas, según declaraba Antonio Jurado Martín, Felipe. Al de la sierra de Loja se refiere
Díaz Carmona: En la sierra de Loja, en
una altura de 1.475 metros, sobre un gran espolón llamado Sierra Gorda,
escabrosísima y de muy difíciles accesos, las partidas de aquel sector tuvieron
almacenadas durante mucho tiempo grandes cantidades de suministro de todas
clases en una cueva, durante los años 1948 al 50.
Para una
reducción más activa de estas cuadrillas, como se dijo, se destinaron por el
Estado a Granada y a Málaga unidades militares específicas, que intervendrán en
la región de Alhama en este año del 47 en los episodios registrados, como la refriega de Cerro Lucero, donde tras
la denuncia de un delator, las fuerzas sitiaron la partida de la sierra. Más
literario es el repetido episodio del
reemplazo del 47, en Agrón, población de la que se mantiene que el celo
represivo de la guardia civil llegó a obligar a los vecinos a la entrega de las
llaves de sus moradas todas las noches, para devolverlas al amanecer y evitar
así el contacto con los bandoleros, lo que hizo que los mozos llamados a filas
decidieran por unanimidad echarse al monte. Desde luego, no puede estar
impregnada la anécdota de mayor lirismo popular, como manifestamos.
El 6 de diciembre de 1948, era cercado el
Campamento de Cerro Lucero, en un
enfrentamiento mantenido todo un día con la guardia civil y Regulares del grupo de Alhucemas, nº 5.
La base de operaciones de la agrupación Roberto se estableció en el fuerte de Cerro Lucero. Desde esta
base articulaban las partidas de la sierra sus incursiones en la comarca. Por
ello, el 6 de diciembre de 1948, era peinado por la guardia civil el entorno de
Cerro Lucero por segunda vez, el
espacio comprendido en el triángulo formado por los puntos río Higuerón, camino de Las Carihuelas y los puertos Umbrales y Frigiliana. La operación fue realizada
por la fuerza del Primer Distrito y la Compañía de Regulares de Frigiliana. La
fuerza del 2º Distrito se encargaba de la inspección desde Cerro Lucero hasta Venta
Panaderos. El enfrentamiento tuvo lugar a las 8,30, cuando era atacada la
fuerza mandada por el sargento Flores Comitre con fuego contundente de metralla
y fusilería desde Cerro Lucero y sus
estribaciones, puntos dominantes en ese espacio. Tras tomar las
correspondientes posiciones, se respondía al ataque efectuado. El
enfrentamiento se prolongó durante todo un día, en el que se produjo la baja
del soldado Mohamed Ben Abdelam y se hirió al cabo Mohamed Ben Aduar y al
guardia Román Gómez Carrillo, de 39 años; entrada la noche, abandonaron sus
posiciones los de la sierra, escapando del cerco. El campamento se encontraba
preparado con parapetos de piedra para poder repeler un posible ataque, como
fue el caso. Era el refugio de José Muñoz Lozano, Roberto; Manuel Jurado Martín, Clemente;
Miguel Martín García, Guillermo; José
Álvarez Mesa, Pascual; y Francisco
Sánchez Gijón, Paquillo. El
asentamiento había sido reutilizado tras su destrucción anterior por la guardia
civil. Se encontraron chozas rehechas, víveres, garbanzos, judías, harina,
cebada, 7 garrafas de aceite, 7 cabras sacrificadas listas para cocinar,
parapetos defensivos…
Reproducimos una entrevista realizada por Eduardo
Pons Prades, publicada en Paisajes en
Vivo:
A
medio camino de Alhama de Granada a Játar, en una huerta tan feraz como bien
cuidada, nos presentaron a Paco Aguado y a su mujer, Mariana. A él lo llamaban
«Medioquilo» y cuando se echó al monte tenía 39 años. Estaba entonces de
mayoral de pastoreo en el Cortijo del Lobo. Se escapó en noviembre de 1947
porque lo denunció —para ocupar su puesto— otro pastor, acusándolo de ser un
enlace de la guerrilla. Aguado me asegura que por aquellas fechas se había
tropezado varias veces con los guerrilleros, pero que él no era enlace de
nadie. «Ya que con el fusilamiento
de mi padre y de mi hermano mayor la familia estaba bien servida, ¿no le
parece?»
Fue
a detenerlo una Contrapartida y él saltó por la parte de atrás de su casa y se
metió bosque adentro. «En cambio
—me dice—, el pastor que me denunció sí que había hecho negocios con los
guerrilleros y yo lo sabía, porque en el monte se sabe todo.» Los
de la contrapartida dispararon contra él; pero no le dieron. Anduvo con la
guerrilla por toda la provincia e incluso hizo de práctico con ocasión de la
visita de un gran jefe de la guerrilla, al que acompañaron por varias sierras
de Granada y de Málaga. El jefe de la partida se llamaba Manuel Pérez Rubio, ex
capitán republicano, y era de Motril. También estuvo con «el Polopero», el
cual, según Paco Aguado, era un tipo muy poco "echao palante" para
ser jefe de partida.
Aguado
se entregó a la policía para que soltasen a su mujer, que llevaba dos años en
la cárcel y se estaba quedando ciega. Lo interrogaron en el tristemente célebre
Cuartel de las Palmas, de Granada, adonde le condujo el capitán Caballero, en
su Land-Rover («la guiñaposa» llamaban al coche los guerrilleros). «Tuve que vérmelas con el teniente
coronel don Eulogio Limia y con el comandante Antonio Díaz Carmona, que se
portaron conmigo correctamente. Claro que ellos sabían que yo una vez, dando la
cara por él, había salvado de manos de los guerrilleros a un guardia civil llamado
Franco Ríos, que era de Sevilla, y que estaba en el puesto de La Ventilla, en
el pueblo de Talará.» A “Medioquilo” lo condenaron a 25 años y un día. Y
cumplió diez años y dos meses.
Véase 2ª REPÚBLICA. REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCIÓN EN UNA COMARCA GRANADINA: Alhama (1930-1954) vol. II.